Concebimos la discapacidad como temática socio-cultural, donde es la sociedad la que define y discrimina al “diferente”. Esto implica la responsabilidad del conjunto para evitar la vulneración de los derechos y para promover la incorporación de las personas en igualdad de condiciones a las de toda la población.
En esta postura integral e inclusiva prioriza la autonomía e independencia de la persona.
Los enfoques sanitarios clásicos parcializan el concepto de discapacidad como enfermedad exclusivamente, desvalorizando otras potencialidades y vulnerando de esta forma los derechos a la igualdad de oportunidades.
Nos parece interesante incluir la mirada de género en esta problemática, teniendo en cuenta que el aislamiento, la dependencia, la desvalorización son algunos de los modos de manifestarse el trato diferencial de mujeres y varones con discapacidad.
Sin embargo, el hecho de ser una construcción histórica y socio-cultural la hace pasible de ser modificada, en la búsqueda de una mayor equidad en las relaciones y de la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de interacción.
Valorar lo que las personas hacen y pueden realizar, saliendo del lugar de la “compasión” y la inactividad para ubicarse en el ejercicio de la plena equidad e inclusión.